Valentín Muro
Cómo funcionan las cosas
11 min readApr 20, 2020

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Querida persona que lee,

¿Cómo estás?

No hago esta pregunta a la ligera, de verdad me interesa saber cómo hizo tu cotidianidad para acomodarse al nuevo normal.

Yo por momentos me encuentro desesperando, pero por suerte estos momentos son los menos.

En cambio, creo que nunca fue más importante poder distraernos. Y nunca pensé que diría esto, pero empiezo a sospechar que mi misión en este mundo es distraer.

Hace tres años me propuse varias cosas. Avisame si ya escuchaste esto antes. Lo primero era lograr un hábito de escritura, y por eso un correo por semana parecía razonable. La idea era escribir poco más de quinientas palabras acerca de un tema distinto, una cosa, cada semana. No me dedicaría tanto a la exploración sino al despliegue de puntos de partida para que cada persona hiciera su recorrido.

Luego estaba el intento de juntar coraje para exponerme y hablar un poco más acerca de lo que me gusta y disgusta, de lo que pica mi interés, de la forma en que cada cosa me atraviesa. La consigna era escribir cada semana un puñado de palabras empapadas de quien soy.

Muy importante sería no preocuparme por los números. No importaría quién se borra de la lista sino quién se queda sin importar sobre qué escribiera o con qué cosa rara se me ocurriera salir cada semana. Sin lugar para métricas de vanidad como cuántos suscriptores, seguidores y esas cosas, escribir una vez por semana sería un acto de dedicación para quien quisiera acompañarme.

Y este era —y es— el punto más importante: empezaría a escribir una vez por semana para mantener cortito el césped de la sensación de soledad. No porque no estuviera acompañado —mis amistades me hacen sospechar por momentos que soy la persona más querida del planeta— sino porque encontré unas inabarcables ganas de conectar. Con el resto del mundo, con otras personas, con una diversidad de intereses y experiencias que allá afuera parecían esperarme.

Y así, cargando con las reglas que yo mismo diseñé abrí la caja y me puse a jugar con mi curiosidad, una vez por semana.

Pasó un primer año en el que descubrí que podía hacerlo. Y luego un segundo en el que descubrí que podíamos ser un montón. Y eventualmente me animé a descubrir que podía vivir de esto.

Fue hace poquito menos de un año que tuve que ensayar mis palabras cuidadosamente, pero principalmente revisar meticulosamente una hoja de cálculos, para renunciar a mi trabajo —uno de los más interesantes que alguna vez tuve— y empezar a pensar en cómo iba a explicarle al mundo a partir de ese momento a qué me dedico.

“Me dedico a entender cómo funcionan las cosas”, podría empezar, “y cada semana tomo alguna cosa que llame mi atención y la convierto en poco más de mil palabras. Pero lo más loco es que hay un montón de personas que encuentran valor en lo que hago, tanto que están dispuestas a renunciar a un café con leche por mes para que yo viva de esto”.

De verdad es complicado explicar esto. Me pasó. Cuando tuve que contar de qué trabajo la última vez que me mudé no tenía idea de cómo hacer. “No tengo un mecenas, tengo un montón”.

Puesto frente a la hercúlea tarea de resumir un año en algunas torpes palabras lo más sencillo es hacer un repaso cronológico de aquellos grandes éxitos —y fracasos— que hicieron a todas esas semanas. A esta altura te habrás acostumbrado a que en mis intentos por entender cómo funciona alguna cosa tiendo a ir cronológicamente. Es así como me acerco al mundo en general.

Algo curioso de los años es que rara vez respetan al calendario. Es por eso que este año que pasó empezó un mes más tarde. Y desde entonces pasaron un montón de cosas.

Renuncié a mi trabajo para dedicarme a escribirte cada semana, viajé a Bariloche para festejar el cumpleaños de mi abuela en la fiesta más grande del mundo, hicimos el primer Idea Millonaria en Persona reuniendo en un mismo lugar a más de cincuenta personas que son lo más, armamos el grupo de discusión de Cómo funcionan las cosas del que brotó un montón de personas curiosas y hermosas, di un montón de charlas, escribí un capítulo de un libro defendiendo a la ciencia y el espíritu por el asombro y después me invitaron a defender mis ideas frente al presidente, descubrí que mis palabras tenían la mágica capacidad de reunir en un mismo lugar a las personas más lindas del mundo, empecé a fumar en pipa y a tomar antidepresivos, tomé whisky (a veces en el medio de la calle), hice un montón de locuras con Axel, me vestí de traje, a Netflix se le dio por hacerme famoso, me pinté las uñas, me separé, sobreviví a un incendio y luego a un robo, viajé para abrazar a mi mamá y a mi hermana, me mudé y me saqué fotos en ascensores, empecé a extrañar un montón pero un montón a la gatita más perfecta del mundo y luego de treinta días sin salir de casa descubrí el mundo de las selfies con barbijo.

Y también pasaron un montón de otras cosas:

  • Las personas que leen sugirieron 398 temas, que ya suman unos 666 en total.
  • “Cómo funciona viajar por el mundo” sigue siendo el tema sugerido más veces que aún no escribí.
  • 9670 personas leen este newsletter, (casi) el doble que hace un año.
  • 984 personas ya no lo leen, (casi) el doble que hace un año, esperablemente.
  • A 2165 personas les pregunté si querían seguir en la lista porque pasaron más de tres meses sin abrir un solo correo.
  • 297.811 correos fueron enviados, de los cuales 164.081 fueron abiertos.
  • En promedio, 55,98% de las personas que leen abren mis correos durante la primera semana.
  • En promedio, 430 personas hacen clic en alguno de los enlaces del correo.
  • Varias veces marcaron correos míos como spam, pero dejé de contarlos. Lo lindo de mi lista es que nunca sumé a nadie así que si marcás como spam sos básicamente una persona horrible.
  • 4 son las botellas de Johnnie Walker Black que tomé escribiendo mi newsletter en el último año, una más que el año pasado.
  • Luego de “Cómo funcionan los seis grados de separación” se sumaron 1642 personas en una semana, pero esto coincidió con la publicación del video de Netflix. Le siguieron “Cómo funciona preocuparse” y “Lo que el fuego se llevó” con 365 nuevas personas que leen cada uno.
  • En promedio, cada semana 160 personas se sumaron y 22 se desuscribieron.
  • Cómo funciona nuestra voz en la cabeza” fue el correo con el que más personas se desuscribieron (43).
  • 7 correos de misceláneas y 3 de algunas grandes preguntas hechas por niños envié.
  • 5 de mis correos fueron textos que ya había publicado o enviado antes.
  • 35 días fue el máximo tiempo que pasé sin enviar un correo.
  • Cuando me invitaron a presentarle mis ideas al presidente un montón de personas se desuscribieron porque vieron en eso un sentido que simplemente no tenía.
  • Llevo invertidos USD 1.256,33 en el servicio de MailChimp desde julio de 2018.
  • En el último año doné $28.484 pesos a 13 organizaciones distintas, entre ellas Fundación Huésped, Médicos Sin Fronteras, Hacé Feliz a un Gato, Bicho Feliz, CEMIC y Casa Manu.
  • Me sumé a colaborar mensualmente con los siguientes proyectos independientes: Metal Prog Pop, Observando, Chicas Barra y Aeon.
  • 57 libros compré en la tienda de Google, 63 en la de Amazon y 16 en Book Depository.
  • 250+ libros fueron comprados en Book Depository con mi enlace, y gracias por eso.
  • Mi correo de aniversario anterior recibió 94 respuestas, un 49% más que el récord anterior. Veremos qué pasa con este.
  • 998 conversaciones comenzaron con uno de mis correos (un 48% más que el año pasado) y en promedio cada correo recibió 20 respuestas de personas que leen.
  • 81 horas con 51 minutos dediqué a responder correos de personas que leen.
  • 100% de los correos que recibí en respuesta a mi newsletter fueron respondidos, aunque a veces me tome algunos ̶d̶í̶a̶s̶ meses.
  • 1076 personas reciben actualizaciones mía a través del canal de Telegram, un 51,3% más que hace un año.
  • 1 episodio de Algunas torpes palabras, el podcast de Cómo funcionan las cosas, fue publicado. Uno más fue grabado pero no publicado aún.
  • Una vez más, casi todos los correos fueron escritos bajo el influjo de café, whisky o Chardonnay, y la mayoría de ellos escuchando en repeat los discos Lovely Little Lonely (85 veces) y You Are OK (48 veces) de The Maine, Worlds de Porter Robinson (47 veces) y Nine de blink-182 (43 veces). Acá más detalles.
  • Y si en algún momento no te sentís bien, tenés 17 hechos curiosos que me dediqué a buscar y agregar al final de mis correos para que puedas sonreír.

En cuanto al Club de la curiosidad, en el último año:

  • 5 fueron los correos que envié acerca de mi vida y la escritura de mi libro.
  • 0 libros logré escribir a pesar de mis intentos.
  • 2 fueron los correos que envié acerca de mi viaje a Bariloche luego del incendio. El tercero que prometí nunca lo pude terminar de escribir.
  • 15 fueron los correos diarios con misceláneas que envío desde hace tres semanas.
  • Mayo del año pasado fue el mes en el que más personas se sumaron, luego de que renunciara a mi trabajo, seguido por abril de 2020.
  • Infinita felicidad y desconcierto me provoca la idea de que esto esté sucediendo.

No tienen que ver estrictamente con el newsletter, pero estos números también son su consecuencia:

  • En Twitter me empezaron a seguir 7.319 personas, un 69,6% más que el año pasado.
  • En Instagram me empezaron a seguir 6.837 personas, un 169,6% más que el año pasado.

Y una vez más pasarme las últimas tres horas recopilando números y sacando conclusiones fue el punto más alto de mi semana. Lo cual es un montón porque mis últimas semanas fueron particularmente interesantes. Sí, lo sé, las tuyas también

El último mes y medio fue un año difícil.

Las comparaciones históricas, los presagios, los gráficos minuciosamente construidos, las opiniones expertas, todo está siendo demasiado. Y lo que nos queda más claro que cualquier otra cosa es que a grandes rasgos todo el mundo está tratando de hacer lo mejor con una situación que no solo fue imprevista sino que ni siquiera estaba en el mapa de nuestras preocupaciones.

Es cuando menos tengo idea de qué hacer que más ganas de hacer cosas me surgen. Y por eso cuando las cosas empezaron a ponerse cada vez más raras rápidamente me propuse encontrar cómo podía encajar yo en todo esto.

Me tomó menos de un minuto concluir que nadie necesita de mis palabras para explicar lo que sucede alrededor. Si nuestra voz corre peligro de sumar al ruido de fondo, mejor callar.

Pero inmediatamente a ese pensamiento le siguió otro: ante un mundo desconocido corremos cierto peligro de recordar el mundo que al menos temporalmente estamos dejando atrás. Qué sentido tiene, me pregunté, escribir acerca de una cosa distinta cada semana con todo lo que pasa en el mundo en este momento.

Todo el sentido del mundo. Sin esperar mucho y sin pensarlo demasiado me propuse distraerte.

“Toda distracción profunda entreabre ciertas puertas”, advertía Cortázar. “Hay que distraerse si no se es capaz de concentrarse”. El mundo está siendo demasiado, y quizá por eso ahora, más que nunca, debemos darnos espacio para la distracción.

Desde hace tres semanas todos los días me levanto apenas pasadas las seis de la mañana y me pongo a revisar mis libros buscando cositas que puedan llamar tu atención. En estos años acumulé más de cincuenta libros de misceláneas y repasarlos como quien se sienta a contar los autos rojos que pasan es una de mis tareas preferidas.

En promedio paso 1 hora con 55 minutos cada mañana armando los correos diarios del Club de la curiosidad en mi intento por robarte de la vida real, aunque sea por un ratito. Pongo especial esfuerzo en no comentar cuestiones relacionadas a virus y cosas así, aunque a veces me tienta.

No pasó un mes pero las respuestas que recibo son increíbles. Obvio que me alucina la idea de que mis palabras, intempestivas como pueden ser, interrumpan a alguien para robarle una sonrisa. Ni hablar del efecto que a veces parecen tener en un montón de personas.

Pasaron tres años desde el primer correo que te envié pero me siguen sorprendiendo cada domingo las respuestas, las menciones en redes sociales, las fotos de desayunos con mi correo de fondo, las inquietudes que se suscitan, las palabras tan hermosas, amables y generosas que algunas personas me dedican.

Quizá es como un sofisticado mecanismo de supervivencia que jamás naturalizo nada de lo que pasa cuando pongo enviar a mis correos.

Siempre le tuve mucho miedo, rayante en lo patológico, a un montón de cosas. Sobre todo a ser mala persona, a hacer daño. Quizá por eso una de mis obsesiones más sostenida en el tiempo sea con Batman. Y en torno a eso me obsesiona el temor a dar por sentado, incluso por un minuto, cualquiera de las cosas buenas que me pasan.

En los últimos cuatro meses me separé, dormí tres de esos meses en un sillón, se incendió parte de la casa de mi mamá y la mayor parte de la obra artística de mi papá, entraron a robar en el departamento en el que vivía y se llevaron algunas de mis cosas más queridas, me mudé y no sé bien qué pasó con un murciélago pero hace un mes no salgo del departamento al que me mudé.

Es muy raro leerme escribir esto, pero una sensación latente fue la de cierta insensibilidad a todo lo que me pasaba. Quizá fueron las drogas, quizá fue algo más, pero por más incendio, robo y desorden emocional que me azotara, algo no lograba trastocarse del todo.

Cuando todo se sacude son las cosas con las que podemos contar las que nos permiten volver a hacer pie. A través de las ventanas tapiadas se ve cómo avanza el huracán, una vaca se despide volando, el techo cruje y nos aferramos a aquello en lo que confiamos que por mucha fuerza que tenga el viento va a seguir fijo al suelo.

Y en este año que pasé una vez más rodeado de personas que amo, a esa humilde lista de personas se le sumó tu nombre. Incluso en mi momento de mayor desesperanza, cuando no lograba la entereza para sentarme con la espalda recta a desentrañar cómo funcionaba alguna cosa, pude empezar a perder un temor que me acompañó gran parte de estos tres años. El temor a perderte.

El temor a decir algo que esté mal, a hacer un chiste de más —o uno de menos—, a equivocarme con alguna fecha —y que te des cuenta, a atribuir mal alguna cita, a aburrirte.

Y si hay algo imperdonable es aburrir.

Hay uno de esos ejercicios que no sé si es real pero lo vi en tantas películas que voy a asumir que sí. Es ese en el que a una persona le vendan los ojos —o algo así— y le dicen que se deje caer porque otras personas la van a sostener. Voy a interpretar que es para ejercitar la confianza. Perdón, no quiero googlearlo.

Cuestión que escribirte para mí es un poco como soltarme con los ojos cerrados sabiendo que del otro lado hay una querida persona que lee lista para atraparme.

Y si no fuera por vos ya me hubiera desnucado.

Por un año más de perseguir nuestra curiosidad,

Valentín

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Lo que leíste es solo la mitad del correo enviado el 19 de abril de 2020.
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