Cómo funciona anotar un libro

Valentín Muro
Cómo funcionan las cosas
5 min readAug 7, 2019

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Hay quienes no pueden leer sin una lapicera en la mano, casi como si la persona que lee y la persona que escribe estuvieran conversando. Un poco nos desespera pensar en el libro marcado, lleno de rayas grises, o marcas de colores, hojas dobladas, una línea vertical, otra horizontal, alguna que otra cruz y, en aquellos casos extremos, alguna palabra directamente tachada y vuelta a escribir. Hay algo en la pérdida de lo inmaculado que, cuando se trata de un libro, nos hace cosquillas en el cerebro.

Sin embargo, lo que capturan las marcas sobre un libro pareciera volverse indispensable al fenómeno de la lectura. E incluso cuando no toda conversación es interesante, aquellas que adornan las páginas de un libro logran, en muchos casos, capturar con suma fidelidad el impresionante fenómeno de la vida a través de la palabra escrita. Son estas marginalia — notas, glosas y comentarios hechos en el margen de un libro — las huellas en la arena a través de las cuales podemos reconstruir por dónde es que deambuló una consciencia.

Un libro anotado puede suscitar el catálogo entero de reacciones: desde la vergüenza ajena al asombro, desde el regocijo a la rabia, desde la perplejidad a la más profunda comprensión. Es precisamente por esto que las anotaciones pueden o bien decimar el valor de un libro, o bien elevarlo al punto del sinsentido. Todo lo que sabemos acerca de las palabras atrapadas entre dos tapas nos inclina a pensar que desde que existen los libros existen las anotaciones sobre sus márgenes.

En su clásico How to Read a Book (1940; 1972), el filósofo Mortimer J. Adler señalaba con gran preocupación que, a pesar de que nos enseñan a leer desde temprana edad, esta instrucción es insuficiente. No es que con la pubertad nuestra capacidad de comprensión se estanque, y definitivamente no tiene que ver con las hormonas. El problema es que solo logramos hacernos de una ínfima porción de todo lo que encontramos entre las páginas: es el significado de aquello que leemos lo que se nos escapa.

Las reglas para dormirse leyendo, dice Adler, son mucho más sencillas que aquellas para mantener la vigilia. En el primer caso alcanza con acomodarse bien, asegurarse de que la luz sea inadecuada, y encontrar un libro o muy difícil o muy aburrido. Ahora bien, las reglas para mantenerse insomne no son exactamente lo opuesto. El truco está en leer de forma activa, que no es otra cosa que hacer el esfuerzo por sacar lo más posible de la experiencia de la lectura. Para poder entender — y no solo entretenernos — debemos volvernos exigentes en la lectura.

Y una gran parte de la lectura exigente depende de que logremos adueñarnos de tan maravillosos objetos. Si bien es imprescindible hacerle preguntas al libro que sostenemos, con esto no alcanza: debemos también intentar responderlas. “Aunque teóricamente podríamos responderlas mentalmente”, escribe Adler, “es mucho más fácil con un lápiz en la mano. Durante la lectura el lápiz se convierte así en señal de nuestra lucidez”.

Mucho se dice acerca de poder “leer entre líneas” pero la clave para la lectura atenta está en saber también escribir entre líneas. Al igual que cuando compramos una prenda, pagar por un libro es solo el preludio de poseerlo: “La verdadera posesión de un libro comienza recién cuando lo volvemos una parte de quienes somos y, para ello, lo mejor es anotarlo y volvernos, a su vez, parte de él”, escribe Adler.

Anotar un libro es fundamental para su lectura por varios motivos. Para empezar nos mantiene conscientes pero, más importante aún, si la lectura es atenta nos inundará con pensamientos, y estos se expresan mejor en palabras, sean habladas o escritas. “Si una persona dice que sabe lo que piensa pero no puede expresarlo, generalmente no sabe lo que piensa”, acota Adler. Es a partir de anotar nuestras reacciones a lo escrito que logramos registrar en nuestra memoria tanto nuestros pensamientos como los de la persona que escribe.

Idealmente, la lectura de un libro debería aproximarse a una conversación entre quien lee y quien escribe. Asumimos que la segunda sabe más que la primera, pero entender es un proceso que va en las dos direcciones: quien quiere entender debe cuestionarse y cuestionar a quien le enseña. “Incluso”, señala Adler, “debe poder eventualmente discutirle a quien le enseña una vez que ya entiende”. Marcar un libro no es más que la expresión de aquellos acuerdos y desacuerdos que mantenemos con quien escribe, y es el mayor homenaje del que somos capaces.

En su minuciosa exploración de aquello que nos vuelve atentas personas que leen, Adler identifica tres tipos de anotaciones que se corresponden con la intensidad de nuestra lectura. En primer lugar están las notas estructurales, aquellas que analizan qué tipo de libro es, de qué trata y cuál es el orden estructural que quien escribe adopta para abarcar aquello sobre lo que escribe. Luego están las notas conceptuales, que registran el descubrimiento tanto de las ideas expresadas en el libro como de aquellas que este nos despierta. Por último, las notas dialécticas exploran la forma en que el libro se inscribe en el universo del tópico que cubre.

Leer un libro es como meterse en una discusión ajena: queremos escuchar con atención, al menos lo suficiente como para poder meternos también teniendo algo para decir. Es por esto que la experiencia de leer un libro anotado puede remitirnos a la forma en que funcionan las redes sociales, aunque con menos señal. Los garabatos sobre el margen hacen las veces de pequeños apuntes, recordatorios y comentarios apresurados para que el tránsito de nuestros pensamientos no se pierda. Las anotaciones vertidas en un libro son como los tuits: formas textuales producidas no solo para ser leídas sino para generar más textos.

Todo esto, por supuesto, es imposible de comentar con ciertas personas que bien pueden tener una crisis nerviosa ante la mera idea de alterar un libro. Hitler, sin ir más lejos, era conocido por sus extensas anotaciones marginales.

Illustration for PICAME” by Andrea De Santis (CC BY-NC-ND 4.0)

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